domingo, 28 de marzo de 2010

Nocturno

Un Nocturno de chopin, el n°1 en C menor, interpretado por Vladimir Ashkenazy.
Eso basta.
Frente a mí las aguas violentas del mar. El mar donde nació la historia, el mar que la guarda. Sólo debo sumergirme. Que el agua me susurre los secretos del mundo. Que me los cuente uno a uno, en lenguas desconocidas, que repase batallas, sangre y amores, conquistas y tristezas y llantos arrancados de lo hondo, carcajadas coloridas, invenciones y pasiones arrasadoras. Que murmure el secreto que lo envuelve todo, que une pasado presente y futuro, vidas enteras e instantes.
La tormenta aúlla ensordecedora, y el oleaje inmenso turba el aire. Apreté levemente los puños, y cerrando los ojos, me lancé al mar.
Desde lo alto. Justo cuando un relámpago iluminó el aire abatido.
Todo límite estalló entones. Las formas perdieron realidad. El agua sonora me llevaba a sus entrañas, me recibía peligrosa y rica. Mi alma brillaba feroz y vibrante. Intensamente libre en mi fragilidad.
Era un pequeño cuerpo hundiéndose en el agua enloquecida.
En algún momento perdí la conciencia.
Cuando desperté me hallaba en completa oscuridad. Una oscuridad salada y calma. Creo que yo misma me había vuelto agua. No había presión, y no me faltaba el aire. Un murmullo azul me despabiló. Traté de abrir mis ojos más aún, pero no tenía ojos.
Me sentía mover suavemente, arrullada por alguna corriente.
Luego sentí calor. Primero en los dedos, o en mis bordes. No sé decirlo. El calor fue subiendo por mi pecho, e intensificándose se convirtió en luz, y esa luz fue tan intensa, que no pude ver nada tampoco esta vez.
Y luego…luego, lo inexplicable.
Sentí, no con mis sentidos. Entendí, no con la razón. Lo vi, sin mis ojos. Todo. Absolutamente todo. En un instante, absorbí la historia misma del mundo. Desde animales prehistóricos, niños, rutinas de oficinistas, crímenes y placeres, vidas de monjes, presidentes, escarabajos, fui hoja y metal y piedra, y arroz, y perro, y mucama, y chocolate, fui letras y hasta un mensaje de texto. Fui sonido y luz y pico de ave y excremento y aluminio de tubo de pasta dentrífica y cepillo y uña, y personas, todas...todos nosotros.
Entonces algo comenzó a crecer dentro mío, algo como una flor de indescriptible hermosura, no perteneciente al mundo conocido, crecía tan vertiginosamente que pronto me ahogo. Volví a perder el conocimiento.
Y luego, la última tecla del nocturno en C menor, fue ejecutada. Y en un sobresalto volví a respirar. Me tomé el cuello con las manos, hasta que mi respiración se hizo normal. Y en mis ojos, la tormenta y el mar, permanecieron unos instantes más, hasta que olvidé todo el asunto.
La mirada melancólica de tanta belleza.